- by diosytuadmin
Ciclo B – Domingo XIV Tiempo Ordinario
Marcos 6, 1-6a
Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros? » y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y Él se asombraba de su falta de fe.
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El Hombre Bicentenario, es una película protagonizada por Robin Williams. Nos cuenta la historia, en el futuro, de un robot capaz de tener un comportamiento casi humano. Lo curioso de este androide es que, a diferencia del resto, puede aprender, ser creativo y tener sentimientos humanos. Y, aunque lejos del relato del Evangelio, encuentro algo particular que puede ayudarnos a pensar en lo que le sucede a Jesús con su gente.
Después de leer la Palabra de Dios, una de las cosas en las que me quedo pensando es en ese rechazo y, digamos, “desconocimiento” por parte de los vecinos del pueblo de Jesús. No porque era la primera vez que lo veían, sino porque tienen una imagen del Hijo de María muy distinta a la que ven en aquél hombre, que se pone a enseñarles en el templo. Se percibe hasta una desconfianza hacia Cristo e incluso se llega a una situación antipática: «Jesús era para ellos un motivo de escándalo».
Visto desde nuestra realidad y conocimiento, para nosotros es extraño el trato que le dan a Jesús. Con razón podríamos preguntarnos cómo es que rechazan al Hijo de Dios, o cómo aquellas personas son capaces de menospreciar a quien -era por todos conocido- hacía milagros y hablaba en nombre de Dios. Sin embargo, algo parecido nos pasa, o nos puede llegar a pasar a nosotros, cuando alguien, incluso el mismo Dios, no se comporta como nosotros esperamos que lo haga.
En mi reflexión, entiendo que aquellas personas que hacen un listado, en forma de preguntas, describen a alguien que conocen: El carpintero, el Hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón; pero que no se corresponde con el Jesús que tienen delante, quien habla como un profeta, con sabiduría. Y bien podríamos decir: Aquellos esperaban que aquél hombre actuara de una forma y eso no sucedió. Por otro lado, creo que no aceptaban que “ese” pudiera hablar con tanta elocuencia y verdad, sin tener a nadie que avalara su conocimiento.
Antes recordaba aquella película de Robin Williams, y aunque no puedo decir que es una auténtica obra de arte, tiene una escena donde el dueño del robot va a la empresa donde lo compró, a contarles lo que aquél humanoide es capaz de hacer, especialmente tener sentimientos humanos. Entonces el presidente de la empresa ofrece devolver el dinero de la compra o sustituir el androide por otro, ya que no está teniendo el comportamiento esperado. Y, me parece que algo similar le sucede a Jesús con la gente de su pueblo, y a nosotros con Dios y las personas en general.
En nuestro caso, claro que reconocemos la sabiduría y la verdad de Jesús, y hemos aprendido que Dios es como nos lo han enseñado. Incluso, sin querer, a veces llegamos a confundirlo con las leyes y preceptos de nuestra religión. No porque sustituyamos al Señor, sino porque tendemos a pensar, y a tener una mayor tranquilidad de conciencia, cuando más y mejor cumplimos lo que está mandado, porque así Dios está contento y nosotros salvados. Por tanto, tal vez de un modo inconsciente, pensamos que por nuestro cumplimiento Dios tiene que estar a bien con nosotros y por lo tanto actuar, responder o dar del modo en que entendemos que debe ser y hacer.
Esperamos de Dios determinados comportamientos y si no sucede así, hay veces en las que llegamos a molestarnos con él o perdemos toda confianza. Y esto, tal vez, se parezca mucho al rechazo de aquellos hacia Jesús en el templo. No es extraño, entonces, que haya personas que dicen estar enojadas con Dios. Será que, poco a poco, esperamos como aquél empresario, que el robot actúe de una forma y no de manera inesperada o no programada. Y Dios no es, o no debe ser, el fruto de nuestros ordenamientos religiosos ni las ideas que nosotros hagamos de él. Él, como Jesús, habla y actúa libremente, desde el amor no condicionado, aunque a nosotros nos nos guste, no nos conforme o no entre dentro de lo cálculos divinos que podemos hacer.
Finalmente, señalar algo que venimos afirmando desde hace dos domingos: La fe. La fe necesaria para que Jesús obre milagros. Creo que no es justo pensar que Jesús se fue sin hacer ningún prodigio porque fue cuestionado o porque no lo reconocieron como el enviado o el Hijo de Dios. Ni hizo ningún signo porque la gente no creía en él y en el bien que podía llegar a hacerles. Así también debemos creer, tener fe y confianza en que Dios sí puede hasta donde nosotros no llegamos. Sin fe nos quedamos como aquellos: Vacíos.
Con todo, me atrevo a decir que Dios quiere que, salvando las distancias, seamos el “hombre bicentenario”, aquél que sorprende, que siente, que crea y que, aun a pesar de la sorpresa que le pueda generar a muchos, sea capaz de amar libre y sin condicionamientos, como ama Dios. Estamos llamados y hechos para eso, aunque pareciera que ese no es el comportamiento habitual entre nuestros iguales.