Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 22, 15-21
Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque Tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?»
Pero Jesús, conociendo su malicia, le dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto».
Ellos le presentaron un denario. Y Él les preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?» Le respondieron: «Del César». Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».
Palabra del Señor.
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Una de los razonamientos que podemos hacer, después de escuchar a Jesús que dice: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios», es que nuestra vida, por un lado, lleva adelante una actuación a nivel civil y, por otro, estaría la vida de fe. Es más, en los tiempos que corren, pareciera que la religión ha sido relegada al ámbito de lo privado. Todo por respeto a la diferencia y con ánimos de no molestar a nadie con las creencias que cada uno tiene. Es como el nuevo título que le hemos dado, últimamente, al día de la raza. Que también era el día del descubrimiento de América, pero resulta que ahora es el Día de la Diversidad Cultural Americana. No voy a entrar en disquisiciones sobre esta nueva denominación, simplemente me sirve para señalar que siempre se aboga por la no ofensa, y eso también nos ha llevado a los cristianos a guardar nuestra fe en las sacristías, para que Dios no moleste a nadie. No le pasa a todos, es verdad, pero parece que la religión se ha vuelto más bien intimista.
Hoy, a Jesús, lo arrinconan con una pregunta capciosa, y quieren que se decante por una de la partes implicadas. Fíjense que hay una malicia clara; esta vez se han juntado fariseos (ocupados de la ley de Dios) y herodianos (movimiento político) para ver el tropiezo de Cristo. Los que siempre tenían intereses distintos y opuestos, esta vez se juntan para sorprender al Mesías. Pero éste, más astuto que ellos, tiene una respuesta magnífica, que al mismo tiempo, entiendo, nos da las pautas para nuestra forma de vivir con Dios en la sociedad que nos toca.
En primer lugar, no se puede afirmar que las cosas de Dios van por un lado y, en paralelo, van nuestros asuntos civiles, o más bien políticos. Aunque al mismo tiempo no se puede pretender gobernar una con las categorías de la otras. Cada ámbito, el religioso y el político, tiene sus propias leyes y principios, lo cual no hace imposible el diálogo. Contra el evangelio, bien podríamos decir, va tanto el divinizar al César, la política, como el politizar la religión.
Sin embargo, a todos los que pretendemos vivir la fe con libertad, siempre se nos presentan algunos dilemas. Porque pareciera que hay ciertos ámbitos en los que no se puede ser cristiano al cien por cien. De hecho en la política, sin lugar a dudas, sucede eso. Pero antes de seguir avanzando, se me ocurrió un par de listas. Las he clasificado, según entiendo, por temas afines:
A |
B |
Fe |
Cultura |
Esperanza |
Niñez |
Amor |
Ancianidad |
Paz |
Impuestos |
Oración |
Libertad |
Solidaridad |
Paz |
Libertad |
Salud |
Generosidad |
Educación |
Consagración |
Seguridad |
Espiritualidad |
Bienestar |
¿A qué área corresponde cada una de las listas? Por algunas categorías, parece que es claro que A pertenece al ámbito de la religión, y que B es de un corte político. Sin embargo, me atrevería a decir que A puede ser B, y viceversa.
Sé que, en la política, es difícil decir que la oración es una de sus categorías, y que la seguridad, que está en la lista B, es responsabilidad directa de la Religión, pero sí creo que nuestro deber de cristianos es poder acerca a Dios a nuestros ámbitos, incluido el político. Cualquier lugar, de nuestra sociedad, debería ser propicio para nuestra presencia de cristianos. La vida humana, los derechos de la persona, el dialogo, la justicia, la ecología, la paz, son algunos de los elementos esenciales en este propósito. Todos estos temas nos evidencian nuestra condición de personas humanas, que conviven junto a otros, y se preocupan por el bien común. Tareas y compromisos compartidos que muestran que, como personas humanas cristianas, somos colaboradores de Dios en la tarea de su Reino y en la construcción de nuestra sociedad, al mismo tiempo.
Nuestra Integridad y coherencia son las que deben primar en nuestra vida. Si tenemos unos valores cristianos, que éstos no sean sólo el orden de una vida privada, sino que, al mismo tiempo, sea una propuesta a la sociedad, en busca del bien común. Ojalá puedan decir de nosotros, lo que Pablo, Silvano y Timoteo dicen de los fieles de la Iglesia de Tesalónica: damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones… [por] cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia. Pensemos en la Argentina, en cómo sería si primara el amor Dios y al prójimo.
Esto vale para cualquier sociedad. Siempre estamos a tiempo de cambiar, de mejorar, y es nuestra tarea el hacerlo realidad. Para nada ser mojigatos, o todo lo opuesto. Es necesario que atendamos a cada cosa en su lugar, sin descuidar que somos una unidad, y no podemos dejar a Dios en las iglesias, mientras vamos a trabajar.