Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
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Pensar en la Virgen de Luján nos trae muchos pensamientos y recuerdos. Pero, si me permiten, pienso que especialmente tenemos en mente a la Madre y al Hijo, a María y a Jesús. Esto mismo me llevó a recordar un soneto de Francisco Luis Bernárdez, llamado Soneto a la Natividad de la Santísima Virgen. Es verdad que no estamos celebrando la fiesta de la Natividad de la Virgen, pero sí que podemos hacer alusión a ella, en este día de fiesta de nuestra patrona. Dice así:
Vino a la vida para que la muerte
Dejara de vivir en nuestra vida,
Y para que lo que antes era vida
Fuera más muerte que la misma muerte.
Vino a la vida para que la vida
Pudiera darnos vida con su muerte,
Y para que lo que antes era muerte,
Fuera más vida que la misma vida.
Desde entonces la vida es tanta vida
Y la muerte de ayer tan poca muerte,
Que si a la vida le faltara vida,
Y a nuestra muerte le sobrara muerte,
Con esta vida nos daría vida.
Para dar muerte al resto de la muerte.
Tenemos a Jesús que entrega María a Juan, para que éste la reciba en su casa como a su propia madre, y ella lo cuide como a su hijo. Un acto de amor sumado al acto de amor más grande que jamás hayamos experimentado: Dar la vida por todos.
Con esto, me atrevo a decir que ante el panorama de muerte en la cruz, también tenemos un panorama de vida presente. Sabemos que Jesús muere para darnos vida, y a esto añadimos que hay un renacer de la vida, de la maternidad de María que comienza a tener a Juan, y a nosotros en él, como hijo. Y el discípulo vuelve a nacer, vuelve a reconocer a su madre, comienza una vida nueva.
En nuestro caso, y teniendo en cuenta lo que celebramos, también podemos tener presente la maternidad de María como una nueva posibilidad de vida en nosotros. María puede volver a ser madre nuestra si lo vivimos y expresamos. Al mismo tiempo, tenemos la posibilidad de volver a revivir nuestra filiación con ella y con Dios.
Aquí es donde retomo el soneto antes citado. Aquí Bernárdez nos habla de la vida que posibilita la vida para que haya vida verdadera. Está claro que el Sí de María es muy importante, como lo es el Sí de Jesús, para aceptar la cruz en favor de la vida, de nuestra vida. Aquí es donde tenemos que poner nuestra atención y nuestro empeño en ver cómo está nuestro sí. Este momento puede ser oportuno para ver de qué modo y forma estamos diciendo sí a los valores del Reino: Sí al amor desinteresado, sí a la solidaridad, sí a la generosidad, sí al compartir, sí a la honestidad, sí a la humildad, sí al optimismo y la esperanza, sí a la Gracias de Dios, sí a la bondad, sí a la vida.
Y cuando decimos sí a la vida, no perdamos de vista todo lo que ello implica. Sí a la vida es luchar y defender el don precioso que nos hace Dios, desde el inicio hasta el final.
Hoy celebramos a nuestra Madre la Virgen de Luján y no podemos menos que pensar que su Sí debe ser el nuestro. Tal vez, como hijos, debemos honrarla con más que una peregrinación. Por supuesto que los peregrinos hacen un gran esfuerzo y no podemos menos que admirar su fuerza y valor para caminara tantos kilómetros, por amor y devoción a la Virgen. Pero al mismo tiempo es bueno que nuestra peregrinación interior esté cargada de un sí profundo a Dios, ofrecido por mediación de nuestra Madre.
Además, como solemos hacer, es bueno que aprovechemos este tiempo de gracia para renovar nuestra confianza en Dios y María. Es que todo aquello que nos parece imposible, esos sí que nos cuesta dar, se podrán lograr con la ayuda de la Gracia de Dios y la intercesión de la Virgen. Para eso es necesario que sepamos que nuestra confianza no puede estar puesta en nosotros, sino en ellos.
Finalmente, con los “Sí” firmes que damos a Dios y a nuestra Madre María, posibilitaremos un cambio personal, lo cual llevará a un cambio social y, por qué no, a un cambio como país. No va a venir un ángel a resolvernos los problemas que tenemos como nación, pero si vivimos para dar vida, la ayuda de Dios sabrá hacernos recorrer un camino que devendrá en una pueblo mejor y más justo.
María, Virgen de Luján, ayúdanos en este peregrinar hacia tu hijo.