Mateo 5, 38-48
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». Pero Yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores: así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
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«El amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales en la persona amada; y lo que es más, ver también sus potencias: lo que todavía no se ha revelado, lo que ha de mostrarse. Todavía más, mediante su amor, la persona que ama posibilita al amado a que manifieste sus potencias. Al hacerle consciente de lo que puede ser y de lo que puede llegar a ser, logra que esas potencias se conviertan en realidad.». Este es un fragmento de «El hombre en busca de sentido», de Viktor Frankl. Ciertamente, en principio, parece estar en una dimensión distinta al planteo del Evangelio, pero creo que nos sirve para indagar sobre lo que Jesús nos quiere decir hoy.
Bien podríamos decir que las palabras del Hijo de Dios se encuentran situadas en la utopía. ¿Quién de nosotros puede afirmar que hace exacta realidad aquél mensaje? Amar a los enemigos, poner la otra mejilla, entregar más de lo que entendemos que es justo. Todos temas controvertidos a la hora de vivirlos en carne propia. Y por supuesto que afirmamos que estamos más allá del ojo por ojo. Es más, incluso tal vez llegamos a rezar (cuestión bastante difícil) por aquél que nos hace daño, pero llegar al punto de amarlo, eso sí que es para unos pocos, por no decir que prácticamente es asunto que sólo Dios puede hacer.
Sin embargo, creo que Cristo nos hace este planteamiento porque está convencido de que es posible. Él conoce, de primera mano, nuestra naturaleza, por tanto sabe que todo lo que propone no está tan lejos de nuestra posible realidad. Él quiere que superemos la ley que se había marcado, especialmente plasmada en el «ojo por ojo y diente por diente». Y hoy nos lo sigue pidiendo. Y nosotros podremos argumentar que estamos más allá de ese planteamiento, que no somos tan bárbaros y que, mínimamente, con el avance de la justicia y la legislación, e incluso con la evolución del pensamiento, estamos mucho mejor que esa norma un tanto primitiva. Pero la realidad es que al final seguimos en el mismo punto.
Hoy, salvando las distancias, la justicia sigue en aquél mismo esquema. No hablamos de dientes ni de ojos, sino de indemnización por los daños ocasionados. Calculamos cuánto vale el mal o el daño que recibimos. Estamos en el mismo esquema. No digo que nuestra justicia no busque lo mejor para nuestra sociedad, pero llega hasta ahí. No avanza más. Y lo que Jesús propone es de otra dimensión. de otro planeta, típico del Reino de Dios. No sólo busca equilibrar lo que parece injusto, sino que quiere transformar la realidad.
No debemos eliminar la injusticia con violencia. Eso nos pide Jesús. Claro que hay que luchar contra la injusticia. ¿Acaso no nos dice que hay que cuidar a la viuda y al desamparado? ¿Acaso no defiende a la mujer que va a ser apedreada? Y eso que aquella condena parecía “justa”. No era una calumnia. Ella era una adúltera. Sin embargo Jesús evita la violencia y busca el perdón. Y ahí está la clave, porque la vida de aquella mujer, y la de sus jueces de turno, cambió después de aquél episodio y encuentro con las palabras y el amor del Hijo de Dios.
La propuesta de Cristo, al fin y al cabo, es un invitación a encarnar el modo de ser de Dios. Y eso significa amar, pero amar más allá del instinto y el sentimiento. Estos surgen sin buscarlo. Él quiere más que un equilibrio justo. Y ahí es donde vuelvo a citar a Victor Frankl que, unido a lo que Jesús nos propone, cobra un sentido muy profundo. Cristo nos está diciendo que el camino para conocer la esencia de otra persona, no es otro que no sea a través del amor. Esto hace que seamos capaces de ver más allá de lo evidente. Que comprendamos, que aceptemos, que ayudemos, para que el otro sea mejor, para que saque a la luz su potencial, lo bueno que hay en ese que, en principio, parece nuestro enemigo. Y esto no surge espontáneamente, tiene que confluir nuestra voluntad.
Y quiere que seamos capaces de amar a los enemigos porque eso supone una trascendencia, una superación en el amor. Que no nos quedemos en el mero sentimiento que surge de modo espontáneo hacia los que son de los nuestros. De este modo, los extraños, los extranjeros, lo que no están en mi círculo, dejan de estar tan lejos. Hay más unidad, menos fronteras. Así ayudaremos, y nos ayudarán, a sacar lo mejor que hay en nosotros. Es que no podemos perder de vista que tal vez nos toca ser “enemigos” para otros. Pero si ellos nos aman, entonces se nos abre la posibilidad de sacar a la luz el potencial que somos y tenemos. El amor engendra más y mucho mejor vida. El odio, la venganza, los ajustes de cuenta, sólo generan la muerte del otro, aunque no haya sangre derramada.
Dios es un Dios de vivos, no de muertos y quiere que ayudemos a vivir. Y esto sólo es posible a través del amor. Se va a notar que somos hijos de tal Padre, de Dios, si reflejamos lo que él es: Amor.