Desde el corazón

Jesús es Vida
Desde el corazón de Jesús…

Ciclo B – Domingo XIX Tiempo Ordinario

Juan 6, 41- 51
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: “Yo he bajado del cielo? ”»
Jesús tomó la palabra y les dijo: «No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y Yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: «Todos serán instruidos por Dios». Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza viene a mí.  Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo Él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida.  Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo, para que aquél que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo.
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Aquella mujer, la hermana mayor, me habló un largo rato. Hacía mucho que no le contaba sus cosas a alguien que no sea su hermano, en quien ella se reconocía —me dijo. Y agregó: Ahora no puedo ir a la Iglesia. Y recuerdo —continuó con voz pausada— que los sacerdotes hablaban lindo, a su modo, a su manera, con sus palabras, pero eso no es la vida. La vida es lo que se tiene en el corazón y a veces no se dice —concluyó.

Esta historia no es algo inventado, sino lo que me pasó cuando fui a ver a dos hermanos que vivían juntos, aquí, en la capital porteña. Ella tenía noventa y dos y él ochenta y siete años. Los visité para llevarles la comunión y darles la unción de los enfermos. Se ayudaban, como podían, pero sobre todo se acompañaban mientras, todos los días, renovaban la esperanza de que algún familiar los llamara.

Y el Evangelio de hoy nos cuenta acerca del mensaje de Jesús hacia todos los que estaban escuchando. Él se presenta como el Pan de Vida y los judíos —dice la lectura— murmuraban acerca del hijo de María y de José. Me atrevo a decir que cada uno estaba en un canal diferente.

Nosotros, en cambio, somos más avanzados y entendidos y con total seguridad afirmamos y creemos que Jesús es el Pan del Cielo. Más aún cuando está claro que la Eucaristía es el alimento por excelencia para todo hijo de Dios. Tenemos esta bendita suerte de poder recibir al mismo Cristo y nutrirnos de él. Pero lo que no sé si hemos comprendido, verdaderamente, es el significado más claro y profundo de este signo sacramental.

Para nosotros la Eucaristía es lo más sagrado que tenemos y, en la mayoría de las personas, eso supone un respeto profundo por Dios y por este Signo. Es más, procuramos estar bien preparados, libres de pecados —afirmamos—, para sentirnos dignos y así poder recibir a Jesús sacramentado. Es lo que bien nos han enseñado. Sin embargo, no estoy convencido de que hayamos comprendido el mensaje de Jesús en su totalidad, aún sabiendo que es lo único que nos diferencia de cualquier otro credo.

Hoy Jesús nos dice claramente que es por medio de él que vamos a llegar a Dios, dado que, el que cree tiene vida eterna. Y esto parece estar muy claro, pero a veces pienso que más bien nos hemos quedado convencidos de que esto supone dos momentos distintos y lejanos en el tiempo. Uno es creer en el Hijo de Dios y por eso también estamos convencidos de su presencia en la Eucaristía, y otro momento es el de la Vida Eterna, que llegará, con suerte, después de la muerte. Así que, tal vez pensado de un modo exagerado, nuestra vida cristiana se convierte en una espera del premio prometido, cuando en realidad creo que Jesús nos dice que él es el Pan de Vida, pero Vida que se vive desde ahora y después también, pero a partir de aceptar lo que él nos ofrece y no únicamente allá en el paraíso.

Antes le contaba acerca de la anécdota de aquellos dos hermanos, solos en la vejez, especialmente recordando las palabras de aquella buena mujer: «La vida es lo que se tiene en el corazón y a veces no se dice». Y cito este pensamiento porque creo que el mensaje de Jesús tiene mucho que ver con lo que ella pensaba, o al revés: Vamos a comprender bien lo que significa que Cristo es el Pan de Vida, cuando lo escuchemos y lo hagamos vida en el corazón. Es como poder pasar del conocimiento de su doctrina, en la mente, al conocimiento de su palabra en el corazón.

Jesús lo que quiere de nosotros es que, ya desde ahora, comencemos a vivir esta Vida Nueva, vida de hijos de Dios, la cual no se consigue, aunque recibamos el Pan de la Eucaristía, si no encarnamos su propuesta. Y esto se evidencia en los actos de nuestra vida.

Si somos violentos, impacientes, apáticos, mezquinos, egoístas, mentirosos, aún afirmando que somos católicos, hijos de Dios, es que todavía lo que sabemos de Jesús ronda más en nuestro conocimiento intelectual que en nuestro corazón. En cambio, somos personas completamente nuevas, de Dios, cuando ese Pan de Vida lo hemos asimilado y comenzamos a encarnar los mismos gestos y actos que hizo el mismo Jesús. Entonces, nuestro corazón empezará a bombear sangre que nos llevará a vivir, cada vez más, el amor, la generosidad, la amabilidad, la paz, la entrega, la paciencia, la verdad.

De esto último es de lo que tiene que hablar nuestra vida, aunque haya momentos en los que la limitación y el error nos lleve a hacer lo contrario a lo querido por Dios. Aún así, debemos seguir en la decisión de vivir la Vida de Jesús. Entonces podremos afirmar, sin temor a equivocarnos, que hemos alcanzado la Vida Eterna, porque eso que hemos recibido, eso que hemos comido y encarnado, es verdaderamente el Pan Vivo bajado del cielo.

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