- by diosytuadmin
Ciclo B – Domingo IV Cuaresma
Juan 3, 14-21
Dijo Jesús: De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
El que cree en Él no es condenado, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
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La película «El lado luminoso de la vida», también conocida como «El lado bueno de las cosas», cuyo título original es «The Silver Lining Playbook», nos cuenta la historia de un joven, Pat (Bradley Cooper), que tras pasar ocho meses en una institución mental por agredir al amante de su mujer, vuelve a vivir en casa de sus padres (Robert De Niro y Jacki Weaver). Aunque tiene una actitud positiva y está decidido a recuperar a su ex-mujer, todo cambia para Pat cuando conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence), una chica con ciertos problemas y no muy buena reputación. Ambos se ayudarán para encontrar el lado bueno de sus vidas. Y claro que podemos hablar de una bonita historia de amor, pero también de un drama muy profundo por los temas que que presenta la trama del film, aunque lo importante tal vez está en el mensaje de fondo que podemos descubrir, como creo que nos pasa con el Evangelio de hoy.
Juan nos trae varios temas: La cruz y la salvación, la luz y las tinieblas, el creer o no aceptar. Y todo parece una presentación de las posibles situación que se pueden dar entre nosotros y Dios. Pero me atrevo a decir que estamos hablando de un mismo tema que tiene que ver con Dios y su propuesta y nuestra opción personal.
El ofrecimiento del Señor es la Vida Eterna. Y esto nos hace pensar en varios conceptos, tales como: Cielo, paraíso, vida con Dios, salvación, perdón de los pecados, alegría y felicidad sin fin. Y no vamos a negar nada de lo enumerado, pero tampoco podemos dejar de preguntarnos cómo accedemos a todo aquello. Entonces creo que pensamos en el esquema más común que conocemos, el de los méritos. Me comporto de determinada manera y luego Dios revisa si mis acciones están de acuerdo con sus normas y preceptos. Si apruebo, entonces paso a la vida eterna. Tal vez la imagen es la de la maestra con el bolígrafo rojo en mano, dispuesta a marcar los errores. Hoy, es posible que los métodos de corrección sean otros, y no sé si las profesoras corrigen así o te ponen un hashtag (#), una etiqueta, para indicar la corrección (#error #repetirelejercicio #reprobado). El punto es que en este esquema estamos esperando, a ver si el juicio sale favorable. Y esto tiene que ver bastante con el Antiguo Testamento.
Sin embargo, lo que dice Jesús en el evangelio de Juan es algo diferente. Por supuesto que hablamos de temas parecidos a los anteriores, pero en realidad creo que se no está planteando una nueva visión y percepción de la realidad divina y la Vida Eterna. Si Jesús vino para salvar al mundo y no para condenarlo, entonces se presenta como una alternativa, una opción que nosotros aceptamos si realmente creemos en él. Pero es una acción por parte de nosotros, un movimiento que nos lleva a la luz o a las tinieblas. Somos los que decidimos y eso nos lleva a Dios o lejos de él. No es el Señor quien desde el silencio nos vigila para finalmente terminar dando el visto bueno de nuestras acciones. Los que eligen abrazar la cruz salvadora de Jesús somos nosotros y esa es ya nuestra vida eterna, porque decidimos estar de ese lado.
Antes les conté acerca de aquella película y cómo Pat está decidido a hacer su vida, de tal modo que termine recuperando a su ex mujer. Y si bien no logra su objetivo, su opción sí que lo lleva a algo muy bueno y que él ni siquiera sospechaba. Lo mismo pasa con nuestra aceptación o rechazo de Dios. Optar por él nos llevará a una vida aun mejor de lo que podemos imaginar. Y será al revés si no optamos por él. Pero el «Sí», o el «No» lo pronunciamos nosotros y esa es nuestra salvación. ¿En qué dirección llevamos la vida?
El que elige a Jesús, aún pasando por el dolor (la cruz) tiene una vida nueva. E imaginariamente podríamos decir que las cosas suceden de este modo: Elegimos el camino por donde llevar nuestras vidas, y llegamos hasta una gran puerta y llamamos. Y cuando Dios abre y nos ve se alegra, nos abraza y nos hace pasar a disfrutar una vida plena con él. Tal vez puede pasar que no nos abra él, pero recordemos que el camino hasta ese lugar, antes, lo elegimos nosotros.
No quiero reducir esto a un simple viaje donde Dios sólo espera, ya que él, constantemente, nos dará lo necesario (su Gracia) con tal de que sigamos firmes en nuestra opción. Incluso nos la ofrecerá para volvernos hacia él, si nos hemos alejado. Pero caemos en lo mismo otra vez: Nosotros somos los que decidimos si aceptamos o no. San Agustín decía: «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti», y esto nos revela cuán importante es nuestra intervención en nuestra salvación.
Luego, bien podríamos decir que elegir a Dios es decidirnos por las obras buenas, las de la verdad, la justicia, la paz y el bien común. Esas son las que, indefectiblemente, nos llevan al cielo, a una vida única y plena. No así el egoísmo, el individualismo y la desunión. Y aunque no siempre acertemos, creo que sí tiene que estar clara cuál es nuestra opción fundamental, nuestra opción de fondo, y seguro que siempre estaremos con Dios. El “juicio”, como dice el Evangelio, se realiza en lo que decidimos, cuando aceptamos o rechazamos la Luz que vino al mundo.
Ya nos dijo el mismo Jesús: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16, 24). Nuestra salvación significa una vida decidida por Dios. Y seguramente eso es vivir el lado luminoso de nuestras vidas.