Ciclo C – Domingo I Adviento
Mateo 24, 37-44
Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada».
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Hace ya mucho tiempo, de cuando no vendíamos nuestro voto a ningún hombre, hemos abandonado nuestros deberes; la gente que alguna vez llevó a cabo comando militar, alta oficina civil, legiones, todo, ahora se limita a si misma y ansiosamente espera por sólo dos cosas: pan y circo.
Este fragmento de la Sátira X del poeta romano Juvenal, puede sonarnos conocido, especialmente por el final: pan y circo. Actualmente la seguimos evocando cada vez que queremos señalar que alguien, o un pueblo entero, son distraídos de los temas realmente importantes. Tal vez hoy podemos decir que fútbol y televisión son el “pan y circo” de la actualidad, los cuales llevan nuestra atención a lo que no es lo más importante para nuestras vidas.
El evangelio nos dice que hay que estar alertas, que no debemos dormirnos ni distraernos de lo fundamental. Dios está por llegar y no podemos perdernos ese acontecimiento, aún a pesar de tener que atender lo que nos ocupa en la vida.
Y si pensamos en el adviento, que nos encamina hacia el nacimiento de Jesús, bien podemos decir que hay una necesidad grande de estar atentos. Como cuando uno espera la visita de alguien, o el llamado de un amigo al que deseamos ver. Pues de igual modo, en relación a Dios y su venida, tenemos que poner el pensamiento en quién está por llegar. Es como ir, poco a poco, tomando conciencia de que al final llega nuestra esperanza y nuestra realidad, como es el Reino de Dios entre nosotros.
Pero al mismo tiempo, para no pensar que estas son sólo disquisiciones espirituales, aunque ciertamente lo son, también debemos decir que es necesario tener un corazón presto a poder asistir a nuestros hermanos. Porque, si para algo nos preparamos en adviento es a poder acunar entre nosotros el Amor, el cual no puede quedar encerrado, sino que debe salir al encuentro de los demás.
Aquella cita del poeta romano, Juvenal, aunque antigua, sigue siendo actual. Él habla de un tiempo pasado donde no se vendía el voto a nadie y de que en aquél momento ya se habían abandonado los deberes propios, sólo abocados al pan y circo. Y, salvando las distancias, no sé si hoy estamos lejos de aquello. No deseo ser pesimista, pero aunque somos conscientes de que vamos a celebrar el nacimiento de Jesús, nuestro salvador, vemos que en torno a esto se hace un “circo” que a veces nada tiene que ver con Dios. ¿Acaso los anuncios televisivos de navidad se desviven por llamar nuestra atención afirmando que es Jesús quien nace el 25 de diciembre?
Es por eso que tenemos que estar atentos. Que no nos quiten la razón de ser de la Navidad: El nacimiento del Hijo de Dios. No vaya a ser que en estas fiestas armemos demasiado circo, con exceso de pan, y nos distraigamos tanto que al final no reconozcamos a Dios entre nosotros; que aparece en Navidad, pero también aparece en cualquier momento, encarnado en el hermano que tenemos a nuestro lado.