Ciclo C – Domingo XIII Tiempo Ordinario
Lucas 9, 51-62
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de Él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos? » Pero Él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas! » Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Y dijo a otro: «Sígueme». Él respondió: «Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».
____________
Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez por año
pongas algo de ese dinero
frente a ti y digas: “Esto es mío”
sólo para que quede claro
quién es el dueño de quién.
Estos son unos versos de un poema de Victor Hugo, titulado “Un deseo”. Y creo que no nos deja indiferentes. Pero lo cito, no por hablar de lo bueno o malo que puede ser el dinero, sino porque creo que nos puede llevar el pensamiento a lo que entiendo que es central en el mensaje del evangelio de este domingo.
Tenemos a Jesús reprendiendo a sus discípulos por querer quemar a los samaritanos. ¿Hemos caído en la cuenta de lo seguros que estaban aquellos hombres del poder que tenían? ¿Podríamos decir que tenían una fe que movía montañas y que hacía caer fuego de lo alto? Jesús no los trata de locos, sino que los reprende y, por consiguiente, les impide que hagan lo que habían pensado. En fin, los de aquél pueblo se salvaron. Y por último tenemos tres escenas que tienen un punto en común: El seguimiento de Cristo.
Si ponemos los ojos en aquellos tres que interactúan con Jesús al plantearles el seguimiento al Maestro, vemos que hay preocupaciones que están antes de dar un sí definitivo. Bien podríamos pensar que son muy comprensibles las excusas que dan. Si alguien tiene que enterrar a tu padre o despedirse de los suyos, es lógico que se le dé tiempo para ello. Sin embargo vemos que Cristo exige más. Parece casi inhumano. Pero creo que lo que se dice va mucho más allá de lo narrado. Tal vez la pregunta debería ser: ¿Qué condiciones le ponemos a Dios para hacer su voluntad o seguir sus pasos?
En este punto creo que debemos despegar nuestro razonamiento (si es que va hacia ese lado) y no quedarnos sólo creyendo que nos estamos refiriendo al seguimiento de Jesús bajo una vocación de consagración religiosa especial. Para nada podemos quedarnos con que esto es para los curas, las monjas, los seminaristas y las novicias. Hasta donde sabemos, una de las cosas que nos pide el Señor es amar al prójimo, incluso al enemigo, y la petición se hace para cualquiera de nosotros. Casi igual que si nos dijera que lo sigamos.
Ama a tu hermano que te hace la vida imposible, nos pide. Que es lo mismo que decir, sígueme. Porque nos está diciendo que amemos como ama él. Y nosotros le podemos responder: Bueno, cuando mi hermano se arrepienta y me pida perdón y haga algo para que yo vea que ha cambiado, entonces lo voy a amar y perdonar. ¿No estamos así en el mismo caso del evangelio?
—No te que quedes ahí sentado y ayuda a tu esposa, o a tu esposo, o a tus hermanos, o al vecino. Y nosotros podemos responderle: —Espera un poco que descanse yo primero, que vea un poco de televisión y me relaje, porque trabajo todo el día. Después le ayudaré en todo. ¿Volvemos a lo del evangelio?
Sé que pueden sonar exagerados estos ejemplos, pero no por eso menos ciertos. Y no es que seamos malas personas, o que no creamos en Dios, pero seguir a Cristo, por eso nos llamamos cristianos, implica saber descubrir y amar nuestra mayor pasión: A Dios y lo que él es, el amor.
Al principio les traía unos versos de Victor Hugo, que nos recuerdan, en primer lugar, que no debería ser el dinero el que manda, sino nosotros. Y ahí es donde veo una cierta analogía con el mensaje del evangelio. Es que a veces, el dinero, o la falta de él, son los que nos dominan y vivimos, o estamos en un sinvivir, porque él marca todo lo que es nuestra existencia. Y claro que tiene su importancia el dinero, el mundo se mueve en base a él, pero nuestra vida y las opciones que hacemos deberían ser mucho más grandes, donde nosotros seamos los que mandamos. Y cuando decimos dinero, podemos pensar en muchos o cualquiera de nuestros tesoros personales.
¿Acaso son nuestros propios intereses, nuestras pasiones, o nuestros tesoros los que mandan en nuestra vida? Si sólo priorizamos nuestra comodidad, claro que se nos hará cuesta arriba ayudar a los que tenemos a nuestro alrededor. Si el ego y el orgullo son parte de nuestra riqueza interior, se hará casi imposible perdonar a quien nos ha ofendido, o darle una segunda oportunidad a quien nos ha decepcionado, traicionado o engañado.
Ese es nuestro dinero, nuestra comodidad, nuestro egoísmo, nuestro orgullo, los muertos que nos retienen, el poder que pensamos que tenemos como para mandar fuego del cielo y destruir a quien nos ha rechazado, lo que al final termina gobernando nuestras vidas. Y Jesús, en el evangelio, nos ofrece algo totalmente distinto: Que seamos libres, dueños de nuestra vida, de nuestras pasiones y nuestros amores. Y que nos volvamos capaces de seguirlo, es decir de amar, porque somos capaces de soltar lo que nos retiene y no nos deja ser como él.
¿Qué tan libre somos? Sin duda, seguir a Cristo nos hace verdaderamente libres.
Si la Palabra y comentario meditado es raíz y motivación en mi vida, dejo el sillón y a lavar unos platos que veo en la pileta ….
Que sea motivación para todos!!
¡Que Dios te bendiga!
Qué difícil!!!!Gracias por tus homilías,ahora lo entiendo. En Misa no lo pude comprender
Saludos
Cora
A todos nos cuesta, pero hay que intentarlo!!
Que Dios te bendiga!